A veces siento que vivo en un sueño.

El mundo que habito creo sentirlo incoherente y subliminal.

Son las 3:18 a.m. Me asaltan algunos pensamientos, entre ellas la frase escrita arriba. Las imágenes no se detienen y las ideas me tienden una emboscada, se me ocurren algunas cosas ¡pienso de forma irrefrenablemente automática!
Algunos pensamientos me remontan a aquellos años de mi niñez. Imágenes de cuando era niño y tenia una mente impacientemente despierta, me acostaba en la cama a ensoñar cosas, sentía la necesidad de fantasear para calmarme, como si se tratase de un trastorno obsesivo compulsivo.

Soñé muchas veces con ser grande y feliz (entendiendo la felicidad por aquellos caprichos que dentro de mi inocencia me habia forzado a cumplir.)

Pasaba horas urdiendo y en las noches tramaba las escenas que al dia siguiente recrearia con mis juguetes; el carrito verde de policia, los soldaditos de plásticos, el helicóptero que me regaló un amigo cercanos a mis padres, el avión amarillo de pasajeros que un día del niño mi mamá me compró en alguna jugueteria innombrable de la isabelica, y al que yo ambiciosamente llamaba «El avión presidencial.» Tenia muchos juguetes y una colección de carros deslumbrantes que mi mamá me había guindado en el cuarto en forma de adorno.

Era muy solitario puesto que mis padres eran muy rigurosos, especialmente con mi padre esa actitud era desmesuradamente afincada, él no permitía que mis compañeritos pisaran la casa para sacarle partida a mis juguetes, por lo que me veia obligado a recurrir con un mayor esfuerzo a mi imaginación y darle vida propia a mis historias.

Pasaba largas horas nocturnas creando historias diferentes e imaginando cosas que nunca sucedieron. Recuerdo que siempre soñaba mi vida del futuro con recuerdos vivos, pensaba que todo seria armonioso y placentero, jamás me imaginé que años más tarde empezaría a sufrir las terribles contrariedades, y que la vida que me habia fraguado no era más que una creación distorsionada de la realidad; no sospeché que estaba viviendo mi propio sueño, mi propia felicidad, era un dios creando sus propias historias chifladas, disparatadas inocentes e ilusas. Pero eran mis historias.

Uno de los momentos más resplandecientes de mi imaginación fue cuando tenia 10 años y me enamoré de una chica llamada Erika, era una niña de piel morena oscura, con una voz melodiosa, hermosa. Ella siempre asistia a la iglesia y la piel se me erizaba cada vez que su presencia era alcanzada por mis ojos, soñaba despierto largas horas noctámbulas en como seria mi futuro con ella, pasaba trasnochado hasta altas horas de la noche reproduciendo escenas que acusiaba vivir con ella, y soñaba incansablemente con experimentar su cariño. Estaba profundamente enamorado pero era muy timido, cuando la veia en las noches y su figura se disipaba, encendía la radio y en medio de canciones románticas me quedaba extraviado observando las estrellas, rastreando las huellas en cada mínimo detalle que me hacia sentir que la tenia cerca, muy cerca. Y en mi cara de pazguato infante se reconocia.

La soñaba despierto y navegaba en su sonrisa y sus distinguibles labios rojizos, sus manos color café, su cabello de morena deslumbrante y la voz que cuando la escuchaba cantar siempre dibujaba una sonrisa en mi ser.

Siempre buscaba señales en los pequeños gestos que me hacia esperanzar que me correspondería, aunque solo fuera una frágil ilusión me aferraba a aquellos pequeños fragmentos para rehusarme a sentir el desconsuelo, en el paso descubría escenas que solo lograban sentido en mi inventiva. Pero me atrevo a decir que la amé, aunque contrarié el concepto de amor que defiendo en la actualidad. No hay amor más sublime que aquel que es ciego e inocente.

Mi imaginación fue mi escondite para cumplir todo aquello que me era huidizo, mi imaginación me redimíó de todo aquello que me era inalcanzable o escamoteado por las circunstancias, y aunque he de admitir dolorosamente que nunca pude hacer de esta historia un final tangible, mis pensamientos me hicieron sentir que la poseia, que la tenia cerca, que la besé, que vivimos todo lo que quería y que la amé quizás como ningún otro lo ha hecho en la realidad.
Mi imaginación siempre fue un refugio para vivir todo aquello que me fue eludido en la realidad.

Viví mi propio sueño, aunque extasiado entre tanta ficción a veces siento que mi realidad es que vivo en un sueño.

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